Desde siempre, las palabras me habitaron, aun antes de comenzar a silabearlas; aun antes de que se me enredaran en la lengua y en el lápiz.
Desde siempre, las palabras me fascinaron, me hechizaron, me anclaron en otros mundos, me abrigaron, me mostraron una forma distinta de decir, de nombrar.
Las palabras están en mí y me acompañan. A veces, en silencio; a veces, con un ruido
estrepitoso de veredas congestionadas; otras, con la calma de un atardecer de verano en donde los colores transpiran junto a la respiración del sol.
Si no tuviera las palabras, hubiese sido un cuerpo a la intemperie.
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