martes, 25 de marzo de 2008

Una conferencia de Borges

LA VOZ DE BORGES: una conferencia.

La creación poética parte de la memoria y la memoria está hecha sobre todo de olvido. La memoria escoge lo que quiere o debe olvidar. Yo escribí un cuento sobre un hombre abrumado por una memoria infinita, ese cuento se llama Funes el memorioso. Felizmente nuestra memoria no es infinita, uno puede olvidar, unopuede inventar. Y todavía hay otro hecho: que cada lengua es una tradición, una tradición literaria y poética. Yo no estoy seguro de que la palabra lune, por ejemplo, en latín, en español, en italiano, en portugués o en rumano sea la misma palabra que la palabra lune en francés. La palabra lune es más fina y además es una sílaba, como esa palabra inglesa, muy larga, moon.

Sé que hay dos teorías extremas sobre la poesía. La primera, que sería la segundaq en el tiempo, es la del gran poeta romántico, Edgar Allan Poe. La teoría de Poe, que él ha expresado en su Teoría de la composición, es que la poesía, la creación poética, es un acto intelectual.
Yo estoy seguro de que él se equivoca. Él tomó su propio poema-El cuervo-, un poema que ha sido bien mejorado por sus traductores: Baudelaire, Mallarmé; un poema bastante mediocre en inglés, y él explicó cómo llegó a ese resultado.
Comenzó por la idea de refrán; la importancia, la fuerza estética del refrán. Entonces pensó: los dos sonidos más importantes de la lengua inglesa son eer y oor. A partir de ellos, llegó inmediatamente a la palabra nerveromore y después pensó: es bastante extraño que un ser dotado de razón repita continuamente la misma palabra. Entonces pensó en un animal, pensó en un loro, pero la dignidad poética le hacía falta. Él leía en ese tiempo Barnaby Rudge de Dickens y ahí encontró un cuervo.
El cuervo le sugirió el busto de Palas, el busto le sugirió la biblioteca y siguió así, por un sólido razonamiento, hasta la escritura de su bastante mediocre poema El cuervo.
Poe comenzó por el último verso: Shall be lifted nervormore!, y después escribió el resto hasta llegar a ese fin, un tanto melancólico, diría yo. Esta es la teoría de la composición poética como un acto intelectual, como un acto de razonamientos y de silogismos.
Y tenemos la otra idea. Es la antigua idea de la inspiración. Esa palabra es demasiado grandiosa para mí. La idea de la inspiración es la idea del poeta como secretario, como alguien que recibe el dictado de una fuerza desconocida. Los griegos pensaban en las musas; los hebreos pensaban en los reyes, en el espíritu. Esa idea es más posible. Se puede pensar también en lo que el gran poeta irlandés William Butler Yeats llamaba great memory, la idea de que en cada uno de nosotros yace la memoria de nuestros ancestros. Somos infinitos. Entonces el poeta no se puede reducir a su realidad personal y recibe cuando escribe esa gran memoria.




Yo quisiera hablar de mi larga experiencia, mi modesta experiencia. Yo pasé…, consgré mi vida a la literatura. Siempre supe, desde que era un niño, que mi destino sería literario, es decir: yo me veía siempre saturado de libros como en la biblioteca de mi padre, quien quizá me dio esa idea. Sabía que pasaría toda mi vida leyendo, soñando y escribiendo, y tal vez, publicando.
Tuve conciencia de que la lectura debe ser considerada no como una carga, sino como una fuente de felicidad, posible y fácil.

Yo camino por las calles de Buenos Aires, por la Biblioteca Nacional, y de pronto siento que algo va a llegar. Entonces espero. Ese algo llega. Es quizá una fábula, una noción cualquiera, que no concibo de manera clara, pero percibo siempre el comienzo y el fin y después me toca inventar lo que hay entre las dos cosas. Después siento que esa idea exige un cuento, un poema, un ensayo. Eso me es revelado después.

A veces, mi punto de partida fue un texto cualquiera, ya que entre las experiencias humanas, quizá una de las más bellas, una que asegura la felicidad de una cierta manera, es, como todos sabemos, la lectura. O, como decía Emerson, otro gran poeta: la poesía nace de la poesía; o, lo que yo dije anteriormente: la poesía nace del lenguaje, pues cada lenguaje es una manera de sentir el mundo, cada lenguaje es una literatura posible. Ésa es para mí otra manera de la creación poética.

Pero hay otra manera que yo he empleado para mis modestos fines, esa manera es un reflexión cualquiera. Por ejemplo, la palabra inolvidable, que yo pensé en inglés, un-for-get-table. Comencé por esa palabra. Me dije: todos los días empleamos la palabra “inolvidable”…, pero si algo fuera inolvidable qué pasaría. Uno no podría pensar en otra cosa. Si alguna cosa fuera continuamente inolvidable, entonces uno se volvería loco. Ese fue mi punto de partida para una historia que yo escribí. Se llama El zahir. Es una moneda de veinte centavos que es inolvidable. El hombre que la ha visto se vuelve loco al cabo de algunas páginas.
En otra ocasión partí de una reflexión abstracta. Pensé en esa admirable invención teológica de la eternidad. Me dije: en la noción de eternidad se piensa que hay un momento, un momento divino evidentemente –no pertenece al hombre sino a la divinidad-, hay un momento donde se encuentran todos los momentos del tiempo, es decir, en un simple momento de la divinidad se encuentra todo el pasado, todo el presente y todo el provenir. Pensé en una categoría más modesta que el tiempo, el espacio.
Uno puede imaginar que en alguna parte hay unn rincón en donde se encuetnran todos los rincones del universo. Entonces escribí una historia que quizá ustedes hayan leído: El Aleph.
Yo no sé si es un buen cuento o no. Mucha gente lo ha leído y lo ha encontrado…, legible, digamos.
Mi punto de partido en esos dos cuentos, han sido esas dos ideas no muy interesantes, no muy nuevas que yo sepa. Y además, hay otra cosa: cada vez que escribí, sentí la emoción, la emoción de mi vida: yo creo que no se puede escribir sin emoción, sin pasión. La idea de la poesía como chorro de palabras es una idea del todo errónea, yo creo, una idea falsa. Y además, cuando uno ha vivido algo, cuando uno ha sentido algo, en un hombre de letras esto pide una forma.

En La Odisea se lee que los dioses dan desgracias a los hombres para que las generaciones siguientes tengan algo que cantar. La idea de que nuestras experiencias son hechas para el arte, son hechas para hacer otra forma de arte. En este arte encontramos a primera vista que quizá el infortunio es más rico que la felicidad, la derrota es más rica que la victoria. La derrota puede hacernos pensar, mientras que en la victoria se mezclan las intejecciones, la vanidad: entonces el infortunio es mejor.
Ciertamente todos tenemos nuestra parte de felicidad y de infortunio: pero la felicidad es un fin en sí mismo y no exige nada, mientras que el infortunio debe ser transformado en otra cosa. Es decir, el infortunio sería la materia del arte o también la nostalgia. La nostalgia está ligada a una felicidad perdida, a un paraíso perdido.
El gran poeta cubano, Jorge Guillén, es el único que quizá le haya cantado a la felicidad presente. No la felicidad como paraíso perdido, sino como si él estuviera en le paraíso. Yo no conozco otro poeta que haya hecho eso. Whitman hace lo posible por cantar la felicidad, pero uno siente que él era un hombre triste, solo, y que su felicidad es un deber que él se impuso, que su felicidad es una faena, digamos.

( … )

Cuando yo era joven era barroco, buscaba palabras muy antiguas o trataba de forjar palabras: en el presente intento interferir lo menos posible en lo que escribo. Es decir, escribo, dejo la página de lado, la releo al cabo de algún tiempo, suprimo todas las palabras o frases que puedan sorprender al lector. Trato de que eso resbale e incluso estoy obligado, a veces, a dar esa impresión aunque yo sepa que eso nunca ha resbalado, y a cambiar y a corregir, y a corregir mi corrección, y así de continuo.

( … )

En el presente intento ser lo más simple posible, siendo complejo, pero de una manera secreta y modesta, de una manera no evidente. Es decir, yo no tengo estética, no busco los temas, los temas me buscan. Yo intento detenerlos, pero al final ellos me encuentran. Entonces hay que escribir para quedarse tranquilo.
Cada tema tiene su estética. Cada tema nos dice si quiere que lo escriba en verso, en forma clásica, en verso libre, en prosa. Creo que la estética es dada a cada tema. Hay temas que exigen una novela, esos no me han visitado, no creo que escriba una novela. He leído pocas novelas, he escrito demasiados cuentos. Y lo repito: intento ser sobre todo legible. No pienso en el lector salvo en el sentido de que intento que la lectura sea fácil y, si es posible, agradable.


Este es el fragmento de una conferecnia en francés dictada por Jorge Luis Borges y filmada por Alain Jaubert y Francoise Luxereau en el College de France en 1983.

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